domingo, 31 de marzo de 2013

__ EL FILO DE LA VIDA__

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Camino por el filo de la vida  con la tormenta de mi pensamiento,con la lucha interior del sentimiento,sobre la gloria eterna y la caída.


       


Ansío el paraíso, con la herida  del destierro en la muerte y el lamento.Ansío el goce fácil del momento,con el alma aterrada, estremecida.


      


¡Acércate, Señor, hasta mi orilla,trae tu lluvia a mis íntimos contrarios   y arrastra la materia de mi arcilla!.


        

¡Anega en claridad mis adversarios  y, en cielo despejado, tu semilla  crezca en la paz de armónicos sagrarios!. 


     






Del libro "Versos de amor y gloria"


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..TUS---

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de San Juan,

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Sobre el Evangelio  capítulo XXI

A la orilla del mar de Tiberíades,
nuevamente la Luz se manifiesta.



Llega con la alborada,
cuando los suyos zanjan la faena
y en la noche no habían capturado
un solo pez para llenar la mesa.


Jesús resucitado les indica
que proyecten la red a la derecha.


Eran siete los bravos pescadores,
signo de plenitud en nueva iglesia,
pescadores de hombre
con Pedro a la cabeza.


Ellos saben que nada cogerían,
tienen gran experiencia,
pero obedecen fieles al Maestro,
están sus almas al Amor abiertas.


La pesca es fabulosa,
las redes están llenas,
a pesar del gran peso no se rompen
y las llevan a tierra.


Todos saben que el éxito
se debe a Jesucristo, a su presencia.


Lo admitido en las redes
es un número místico que muestra
universalidad y plenitud
de personas adeptas.



Jesús reparte un pan
y un pez que había asado en unas brasas.
Venid, comed – invita-.
Así fue en el Sermón de la Montaña.


A Pedro por tres veces le pregunta:
Simón de Juan, ¿me amas?.
Con tristeza responde que le quiere,
sabe el Señor lo mucho que le ama.


Jesús le encarga cuide su rebaño
e incluso dar su vida le demanda.


Es la misión de Pedro,
en alta mar, ser pescador de almas.





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__MAÑANA DE PASCUA

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Cuando abrí mi sepulcro, el monumento
Enterrado en la cuna del olvido,
Brotaron en mi pecho, roto, herido,
Aromas de jazmines de tu aliento.



Con raíces y espinas construí
Tu altar del sacrificio en mi interior,
Se iluminó la sombra del dolor
Y el vacío hecho luz me habló de Ti.


Ahora sé que tus dogmas eran ciertos,
No temo a mi destino que se labra
Con la eterna verdad de tu palabra;
ya no te busco, amor, entre los muertos.


Me despojo de un mítico sudario,
Aventó las cenizas del temor,
Acepto mi intemperie con temblor
De lágrima abrasada en incensario.


Mi cuerpo se descarna del silencio
Al eco de mi nombre en tu llamada,
Hoy te sigo, Rabona, enamorada
y me postro a tus pies, te reverencio.


En mi sembrado manan las espigas
Cascadas de semillas celestiales,
Las riegas con tus dones bautismales
y anhelan que, en tu mano, las bendigas.


Vuelo a tu Galilea; voy al centro
De tu océano humilde y transparente.
Voy a apagar mi inmensa sed ardiente
Y a llevar tu agua clara tierra adentro.


Llegaré hasta tu faro, a la atalaya
Donde rompen las olas sucesivas,
Fragmentaré mi piedra en sensitivas
Arenas refulgentes de tu playa.


Y volveré al camino, a los senderos
alejados del ruido de tu mar,
enseñaré en secano tu remar
a náufragos que esperan ser barqueros.




 -TOMADO DEL LIBRO "" VERSOS DE AMOR Y GLORIA


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_AMANECE LA GLORIA

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Sobre el Evangelio de San Juan, capítulo XX



Amanece la gloria
En el umbral abierto a la esperanza.
La Voz se manifiesta
Como las Escrituras anunciaban.
María Magdalena,
Absorta, le contempla y Él le manda
llevar a sus amigos
La Verdad revelada en sus palabras.

Dos discípulos quieren comprobarlo,
En el suelo, ordenada, la mortaja,
Signo de la Resurrección,
Y a uno de ellos se le conmueve el alma.

Se reúnen, por miedo, en el Cenáculo,
Con las puertas cerradas.
Al atardecer de aquel glorioso día,
El primero de la feliz semana,
Se aparece Jesús a sus discípulos,
En el lugar en el que se encontraban.
Saluda con la Paz
Y les muestra las manos taladradas
y su costado hendido
Por la última lanzada.
Les envía a cumplir con la misión.
El Espíritu Santo les inflama.
Les da el poder de perdonar pecados.

Tomás, que era discípulo, no estaba,
No creería sin ver
Lo que sus compañeros le narraban.
Ocho días después,
Jesús dijo a Tomás que comprobara.
Tomás tocó y creyó.
Señor mío y Dios mío, es la plegaria
Que pronunció el incrédulo
Por la gloria que ante él se desvelaba.

Las almas que, sin ver, en Él confían
Son bienaventuradas.




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