miércoles, 20 de febrero de 2013

_ NOS ACORDAREMOS TODOS

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lo que duele es aquí
y es de maíz cascado
pienso en mi madre que tenía una banderita
pasó por esta casa
—es preciso explicarlo: la casa ya no existo—
pasó por esta casa fulgurante
pasó por esta espléndida
casa fulgurante
flamante refulgente
con maldita sea
los ramos de heliotropo
la pascuita
árboles bordados pájaros varios peces pericos
los pájaros frutales
el gato sucumbiendo a la pasión
(a las pasiones varias: pájaros peces)
un amor de veraneras mal disimulado
mi primer ramo de novios aromosos
ese beso del cual nunca pienso sanar
pasó pues por esta casa
y hacía de carrusel
de servilleta
de pajarito blanco
de puñetero Niño Dios
era de azúcar
tocaba el té con la falange pequeñita
yo sí me acuerdo
me parece refulgirme refulgente todavía
remojando el corazón en los granitios
yo sí me acuerdo aunque todos se olviden
e insistan cortésmente en que total ya se murió
—nadie se ofenda me refiero únicamente
a sus seres más queridos—
yo sí me acuerdo
y si es necesario
yo por siempre jamás me acordaremos todos
pasó por esta casa
y yo soy el testigo:
toque este hueco
que dejó mi corazón
en su tumba se agolpa un éxtasis de abejas
me acordaremos todos
aquí es lo que me duele
y un carrusel de azúcar siempre nunca jamás










POEMAS DE ANA ISTARU 





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_A MÉXICO

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EN LAS ÚLTIMAS DESGRACIAS DE ESPAÑA

Allá del revuelto mar
Tras los secos arenales,
Donde sus limpios cristales
Las ondas van a estrellar,
Donde en lucha singular
Disputando a la Fortuna
Las ciudades una a una,
De sus guerreros el brío,
Mostraron su poderío
La cruz y la media luna;

En esa tierra encantada,
Que esconde, en perpetuo Abril,
Las lágrimas de Boabdil
En las vegas de Granada;
Donde el ave enamorada
Repite entre los vergeles
El canto de los gomeles,
Y cuelga su frágil nido
Del minarete prendido
Entre ojivas y caireles;

Donde soñados ultrajes
Vengaron fieros zegríes,
Regando los alelíes,
Con sangre de abencerrajes;
donde entre muros de encajes
Y torres de filigrana,
Lloró la hermosa sultana
Amorosos sentimientos
A los rítmicos acentos
De una trova castellana;

Allá donde nueva luz
Alumbró, limpia y serena,
Sobre la morisca almena
El símbolo de la cruz;
En ese suelo andaluz,
Cuyos cármenes hollando,
Y en otro mundo soñando,
Cruzaron en su corcel
La magnánima Isabel
Y el católico Fernando.

En esa región que encierra
Tantos recuerdos de gloria;
En ese altar de la Historia;
En ese edén de la tierra;
No el azote de la guerra
Infunde duelo y pavor,
Ni causa fiero dolor
Que mira asombrado el mundo
El negro contagio inmundo;
Allí otra plaga mayor.

Surgen allí tempestades
Del suelo entre las entrañas,
Y vacilan las montañas,
Y se arrasan las ciudades
Escombros y soledades
Son el cortijo y la aldea;
La muerte se enseñorea,
Y, en medio de tanta ruina,
Se ve cual llama divina
La Caridad que flamea.

Con sordo bramido el duelo
Todo lo enluta y recorre;
Yace la maciza torre
En pedazos sobre el suelo.
Salvarse forma el anhelo
De los espantados seres,
Y hombres, niños y mujeres
Las crispadas manos juntan,
Y viendo al cielo preguntan.
"Dinos Dios, ¿por qué nos hieres?"

Recordando en sus delitos
las bíblicas amenazas,
Van por las calles y plazas
Confesándolos a gritos.
Los corazones precitos
Se niegan a palpitar
Y todos ven transformar
Al golpe del terremoto,
El abismo el verde soto,
Y en escombros el hogar.

Se abate el pesado muro
Que adornó silvestre yedra
Y brotan de cada piedra
Una oración y un conjuro.
No hay un asilo seguro;
Ciérnese el ángel del mal;
Cada fosa sepulcral
Abrese ante fuerza extraña,
Y parece que en España
Comienza el juicio final.

Y entre la nube sombría
Que el denso polvo levanta,
El coro terrible espanta
De los gritos de agonía.
Y entre aquella vocería,
Con rostro desencajado,
El padre busca espantado,
Con ayes desgarradores
El nido de sus amores,
Entre escombros sepultado.

Convulsa, pálida errante,
Sobre el suelo que se agita
La madre se precipita
Por la angustia delirante;
Vuela en pos del hijo amante;
El rostro al abismo asoma
Lo llama llorando, y toma
Por voz del hijo querido,
La que acompaña al crujido
De un techo que se desploma.

En repentina orfandad,
Trémulas las manos tienden
Los niños, que no comprenden
Su espantosa soledad.
Tan sólo la caridad
Velará después por ellos,
Curando con sus destellos
su miseria y su aflicción:
¡Cómo no amarlos, si son
Tan inocentes, tan bellos!

¿Qué pecho no se conmueve
Ante cuadro tan sombrío,
Que al corazón más bravío
A contemplar no se atreve?
Ante el infortunio aleve
¿Quién no es noble? ¿quién no es bueno?
¿Quién de piedad no está lleno,
Cuando es la virtud mayor,
Aun más que el propio dolor,
Sentir el dolor ajeno?

Manda ¡oh, noble patria mía!
La ofrenda de tus piedades
A las hoy tristes ciudades
De la hermosa Andalucía.
No es favor, es hidalguía;
Es deber, no vanidad.
Llamen otro Caridad
Estos óbolos del hombre,
Tienen nombre, sólo un nombre;
Se llaman Fraternidad.

Con tierno entusiasmo santo,
Mezcla ¡oh patria amante y buena!
Esa pena con tu pena,
Ese llanto con tu llanto.
Si al mirar ese quebranto,
Tu triste historia repasas,
Verás que angustias no escasas
Pasó, entre llantos prolijos,
Por amparar a tus hijos
Bartolomé de las Casas.







POEMAS DE JUAN DE DIOS PEZA


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_ Este sabor de lágrimas (29

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Alguna vez, de pronto, me despierto: 
Un dolor me recorre tenazmente, 
un dolor que está siempre, agazapado, 
por saltar, desde adentro. 
Entonces tengo miedo. 
Entonces, me doy cuenta que estoy sola 
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo 
lleno de mis imágenes, 
de rostros polvorientos. 

Estoy sola, pero siempre estoy sola: 
Es lo único cierto. 
El amor era un huésped, 
la soledad es siempre el compañero 
que permanece al lado, inconmovible. 
Lo único seguro, verdadero. 
Oigo mi corazón, vieja campana 
que dobla y que golpea, 
que rebota en las sienes y en la nuca 
y en la boca y los dedos. 
Es cierto, tengo miedo. 
Miedo de no poder gritar, de pronto, 
de que ya sea demasiado tarde 
para un ruego. 
La costumbre ahoga las palabras 
y alarga el desencuentro. 
Ah, tantas cosas quedarán ocultas, 
perdidas, sin recuerdo, 
tantas palabras que no fueron dichas, 
tantos gestos. 

Unos dirán: Yo sé, la he conocido, 
fue una ardiente rebelde, 
se desolló las manos y la vida 
por defender los que creyó más débiles. 
Otros dirán: Yo sé, la he conocido, 
era dura, malévola, 
avara de ternura, con la boca 
mostraba su desprecio. 
Alguien dirá: Y cómo sonreía... 
Qué importa 
lo que vendrá después del gran silencio. 
Claro que tengo miedo. 
Así, en la madrugada 
mientras algún dolor -un dolor, siempre- 
va hincando sus agujas en mi cuerpo, 
abro las manos en la sombra dulce 
para atrapar mi soledad, de nuevo, 
y me quedo a su lado, sin moverme, 
con los ojos abiertos 
la vida detenida. 
Toda mi sangre es un temor inmenso.







POEMAS DE JULIA ORILUTZKY




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_Las medias blancas

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Tengo unas medias blancas de encaje que me pongo
cuando me visto el traje negro de los recuerdos.
Son unas medias finas, hambrientas de fantasmas
que hacen juego con pájaros interiores, oscuros.

Las piernas, penetradas por estas bocas blancas,
levemente se abren con signos vegetales.
Los hilos amanecen mi piel,
brotan, perdiéndose, 
entre los elevados pensamientos más íntimos.

En derredor: imágenes de ocupación pelviana,
soberbias latitudes desde el puente atestiguan
la entraña y las enaguas levantadas al vuelo.

¡Qué holgada está la tela de la falda de flores,
la rodilla suavísima con olor a naranjas!

Por los muslos se agrandan los dibujos henchidos,
son copos invisibles calcinando altas cumbres.
Me infunden sobresaltos, me clavan dulces flechas,
tan finas son las mallas que saltan los engarces
y hasta el ocre desierto los poros me rezuman
feroces destinos, presagios entreabiertos.

Siento flores y manos crecer entre las piernas
y más arriba el musgo
tapando el azulón vellón de la albufera.

No podía ponerme estas medias sabiendo
la gracia que se esconde, generosa en tu boca.
Espomosas persisten, sin causa me rodean,
temibles de tu roce, sin fatiga,
explorando.






POEMAS DE ISLA CORREYERO



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_ Los 613 de tu tránsito

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Están los corazones inteligentes, los corazones ordinarios, los groseros, mezquinos, de pocas luces, híbridos, hediondos, con sarro.
Los corazones arvejitas, los corazones hígado de pato.
Los que se hacen la mosquita muerta, duermen la siesta, te observan de reojo y despiertan cantando como locos.
Están los corazones que no te verán nunca jamás, los que te vieron y no viste, espiando, la ñata contra el vidrio.
El corazón estreñido, el corazón bofe, de pompa y circunstancia, corazón de lo que el viento se llevó. 
Los puro cuore, purapinta y nada más que blablablá.
Los flor de ceibo, de morondanga y de madera terciada.
Los corazones mersa y murga, el corazón de querer y no poder,
corazón mitómano y bífido.

Hay corazones en remojo de vinagre, oporto y en champagne, corazones que te traen yeta y que los parta un rayo,
corazón donde estás y 'por qué dejaste sola a la pobre Lu'
corazones arrugados y almidonados
corazones que más vale perderlos que encontrarlos
corazones al bies y en falsa escuadra.
Corazones oro, plata, platino y mucha esmeralda.
Corazones que te pasan factura,
corazones fuente de Juvencia 
y gloria de Dios al anochecer en Galilea.
Corazones cenicientos, nomeolvides 

Dama de corazones, corazonadas aceptar.







POEMAS DE LUISA FUTORANSKY





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_Carta

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Ya me curé de la literatura.
Estas cosas no hay cómo contarlas.
Estoy piojoso y eso es lo de menos.
De nada sirven las palabras. 
Está haciendo frío
por unas razones muy sencillas
que no recuerdo ahora.
Tal vez porque es invierno.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
la razón de las temperaturas.
Cuando me escribas, dime
por qué hay calor y frío.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia! 
Las luces Verey son
lo más bello del mundo.
La No Man’s Land parece
un país encantado.
He visto mi propia sombra
alargarse al infinito.
Y me han brotado mil sombras
rápidas de los pies.
Y se han ido estirando
más veloces que un sueño;
y después han corrido
de nuevo a mis zapatos.
Todavía les tengo
más temor a las sombras que a las balas.
Aunque son un encanto
las luces: verdes, blancas,
azules, amarillas
Me he diluido en sombras
y me he ido corriendo
a más allá del mundo.
Me han parecido música
las luces. Me he sentido
el Prometeo de Scriabin.
Después me ha dado espanto.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
el por qué de los miedos. 
Cuando me escribas, dime
cómo se es valiente. 
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!






POEMAS DE SALOMON DE LA SELVA



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_La partida

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Nuestro sol declina formando una cúpula 
en el espacio
¿Por qué las sombras son grises apariciones convocadas al alba
fardo de ceniza arrojado contra el agua?

Sombras
Así recuerdo bajo las velas bogando la rebosada panza de agua 
la quilla enredada con los reflejos salados 
batidos por los aletazos de los peces

Podría ser Odiseo de vuelta con Medusa 
tras la pesca
la noche de un día difícil
la red sin una sola altizeja

Soy nada más el hombre a solas 
que contempla este pequeño barco 
RECUERDO DEL PUERTO DE VERACRUZ 
antiguo mensaje en una botella 
llegado intacto hasta mis islas

¿Por qué mi choza tiene máscaras
que cuelgan del techo y pronuncian sus voces remotas 
cual si invitaran a la memoria a lanzar sus guijarros contra el oleaje?

¿Por qué no encontré antes el instante 
que rasga el espejo de la memoria 
abriendo una grieta al agua?

Tenso el arco donde el sol declina
tenso como una linga de acero sobre un abismo 
tenso sobre la combustión de una playa donde habita la flor de las arenas

La historia dobla cada página como una débil mariposa 
Cada invierno cada verano son reales 
y amenazan con ser los últimos pero su belleza seguirá

Ahora que los hijos nos empujan
y el cuadro anudado con cinta tras la puerta
recuerda que el amarillo es sólo el color de la mañana
me siento a gozar privilegios de dolor y felicidad
reunidos en esa pequeña tachuela que sostiene la gavia de mi barco

Soy un hombre con el lecho roto 
bajo los rayos del porvenir que ruge 
un pedazo de arcilla, que quisiera su flor 
y voy a donar mi libertad 
para que el bien v el mal se trencen en mi lecho 
como aquellos que sin conocerse 
se besan desesperadamente






POEMAS DE MIGUEL HUEZO MIXCO



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_LAS SUBLIMES

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¿La conoces, musa mía?
Es modelo soberano
bosquejado por la mano
de la gran sabiduría.

Es el más dulce buen ver
de tus visiones risueñas;
es la mujer que tú sueñas
cuando sueñas la mujer.

La discreta, la prudente,
la letrada, la piadosa,
la noble, la generosa,
la sencilla, la indulgente,

la süave, la severa,
la fuerte, la bienhechora,
la sabia, la previsora,
la grande, la justiciera...

la que crea y fortalece,
la que ordena y pacifica,
la que ablanda y dulcifica...,
¡la que todo lo engrandece!

La que es esclava y señora,
la que gobierna y vigila,
la que labra y la que hila,
la que vela y la que ora...

¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.

—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!






POEMAS DE JOSE MARIA GABRIEL Y GALAN 




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_Bajo tu lástima

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Quiero huir de tu lástima, y tropiezo
con mis zarzas de miedo
y con mi nido
de alegrías dormidas, y desgarro. 

Has tendido
tu sonrisa en piedad a mi costado,
y te quedas
a mirarme ceder, sombra inclinada
como un tronco crujido
de castigos. 

Tus dos brazos cruzados, y ya ajenos,
y una boca de beso
que se guarda. 

Nunca me vi pequeña como ahora,
a los pies de tu altura
compasiva.

Nunca, como hoy, descalza
y azotada,
a un instante del nunca, irremediable. 

Ya no vibra mi carne
en paraísos,
ni en infiernos, ni en manzanas, serpientes,
ni en exilios. 

Una lacia 
sensación de desgano que me arrastra, 
un insomne desorden 
de cabello, una pena tremenda de estar triste,
y un deseo
de morirme mañana,
antes que partas, y dejarte
sonreír de piedad sobre mi ausencia.


(Crónica de mí misma, 1980)









POEMAS DE MATILDE SWANN

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_La oruga

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Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente,
pero sé que mañana serás del aire.

Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
¿sabes que mañana serás del aire?
¿te han advertido que esas dos molestias aún invisibles
serán tus alas?
¿te han dicho cuánto duelen al abrirse
o sólo sentirás de pronto una levedad, una turbación
y un infinito escalofrío subiéndote desde el culo?

Tú ignoras el gran prestigio que tienen los seres del aire
y tal vez mirándote las alas no te reconozcas
y quieras renunciar,
pero ya no: debes ir al aire y no con nosotros.


Mañana miraré sobre las cucardas, o más arriba.
Haz que te vea,
quiero saber si es muy doloroso el aligerarse para volar.
Hazme saber
si acaso es mejor no despejar nunca la barriga de la tierra.




POEMAS DE JOSE  WATANABE





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-ÁBRETE SEXO

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Ábrete sexo
como una flor que accede,
descorre las aldabas de tu ermita,
deja escapar
al nadador transido,
desiste, no retengas
sus frágiles cabriolas,
ábrete con arrojo,
como un balcón que emerge
y ostenta sobre el aire sus geranios.
Desenfunda,
oh poza de penumbra, tu misterio.
No detengas su viaje al navegante.
No importa que su adiós
te hiera como cierzo,
como rayo de hielo que en la pelvis
aloja sus astillas.
Ábrete sexo,
hazte cascada,
olvida tu tristeza.
Deja partir al niño
que vive en tu entresueño.
Abre gallardamente
tus cálidas compuertas
a este copo de mieles,
a este animal que tiembla
como un jirón de viento,
a este fruto rugoso
que va a hundirse en la luz con arrebato,
a buscar como un ciervo con los ojos cerrados
los pezones del aire, los dos senos del día.



POEMAS DE ANA ISTARU 







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_ Scherzo de primavera

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Vino nuevo en las bocas
Vierten sus cantaras 
¡Caen las rosas locas
De sus alcántaras,
Y en dulce juego
Es caricia de nieve
Su eterno fuego!

12.

Pliega toda alma irónica
A su centella;
La palabra sardónica
Expira ante ella.
¡Horrenda fama!
¡La belleza esta hecha
de bronce y llama!
30.

Su pan aun siendo muerte
Tienta y convida:
Sabe a la rica y fuerte
Sal de la vida.
¡Mana perfecto!
¡aun amasando en lagrimas,
no hay más dilecto!

33.

Rige un arcano el giro
De las pupilas.
De azabache o zafiro,
Glaucas o lilas,
Su prisma cierne
Matices y contornos
Que en luz discierne.

35.

La duda en alto pende
Quien mas admira,
Si sol que arriba esplende
U ojo que mira
Mutuas miradas:
Es un cambio de guiños
¡Y llamaradas!

40.
Hay una ciencia abstrusa
En toda forma
Que revela a la musa
La Pauta y la norma.
En líneas puras
Las ideas son célicas
Arquitecturas.





POEMAS DE FRANZ TAMAYO







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_ Entierro de pobre

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Entierro de pobre, ya sabes, amigo. 
No quiero que vengan los otros conmigo. 


Los otros, aquellos del otro camino, 
los que me dijeron: es agua tu vino. 


Los que sacudieron mi rama florida. 
Para tejer burlas, en charlas subida. 


Entierro de pobre, ya sabes, amigo. 
Sin flores horribles de trapo, contigo, 


y mis cuatro hermanos bellos, silenciosos, 
sin esa etiqueta, sin esos curiosos, 


sin los obligados que dicen: debía 
venir al entierro y en charla vacía, 


prosiguen narrando su gracioso cuento. 
Entierro de pobre. Mi acompañamiento 


será de pocos. La misa temprano, 
de aquel padre Valle, canto gregoriano, 


en iglesia pobre y un solo cantor 
misa verdadera de Nuestro Señor. 


También te suplico, me libres, hermano, 
del insulto magno. Al diario profano, 


que a diario blafema, dile, que no es cierto, 
que quién le ha contado que me hubiese muerto 


que estoy bueno y sano y así no dirán 
sus majaderías de parrampamplán: 


noble, generoso, digno, caballero, 
ciudadano probo, patriota sincero, 


de firme carácter, hombre superior...: 
y otros disparates del mismo color. 


Acuérdate hermano de todos aquellos 
versos de mis libros, silenciosos, bellos. 


Del "Agua Encantada" de estos mis "Caminos"
que son el consuelo de los peregrinos, 


de "Espumas y Estrellas:, del "Libro Menor"
que a todos encanta por su buen olor. 


Entierro de pobre, ya sabes, amigo. 
No quiero que vengan los otros conmigo.




POEMAS DE AZARIAS PALLAIS



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_El cántaro roto

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La mirada interior se despliega y un mundo de vértigo y llama nace bajo la frente del que sueña: 
soles azules, verdes remolinos, picos de luz que abren astros como granadas, 
tornasol solitario, ojo de oro girando en el centro de una explanada calcinada, 
bosques de cristal de sonido, bosques de ecos y respuestas y ondas, diálogo de transparencias, 
¡viento, galope de agua entre los muros interminables de una garganta de azabache, 
caballo, cometa, cohete que se clava justo en el corazón de la noche, plumas, surtidores, 
plumas, súbito florecer de las antorchas, velas, alas, invasión de lo blanco, 
pájaros de las islas cantando bajo la frente del que sueña! 

Abrí los ojos, los alcé hasta el cielo y vi cómo la noche se cubría de estrellas. 
¡Islas vivas, brazaletes de islas llameantes, piedras ardiendo, respirando, racimos de piedras vivas, 
cuánta fuente, qué claridades, qué cabelleras sobre una espalda oscura, 
cuánto río allá arriba, y ese sonar remoto de agua junto al fuego, de luz contra la sombra! 
Harpas, jardines de harpas. 

Pero a mi lado no había nadie. 
Sólo el llano: cactus, huizaches, piedras enormes que estallan bajo el sol. 
No cantaba el grillo, 
había un vago olor a cal y semillas quemadas, 
las calles del poblado eran arroyos secos 
y el aire se habría roto en mil pedazos si alguien hubiese gritado: ¿quién vive? 
Cerros pelados, volcán frío, piedra y jadeo bajo tanto esplendor, sequía, sabor de polvo, 
rumor de pies descalzos sobre el polvo, ¡y el pirú en medio del llano como un surtidor petrificado! 

Dime, sequía, dime, tierra quemada, tierra de huesos remolidos, dime, luna agónica, 
¿no hay agua, 
hay sólo sangre, sólo hay polvo, sólo pisadas de pies desnudos sobre la espina, 
sólo andrajos y comida de insectos y sopor bajo el mediodía impío como un cacique de oro? 
¿No hay relinchos de caballos a la orilla del río, entre las grandes piedras redondas y relucientes, 
en el remanso, bajo la luz verde de las hojas y los gritos de los hombres y las mujeres bahándose al alba? 
El dios-maíz, el dios-flor, el dios-agua, el dios-sangre, la Virgen, 
¿todos se han muerto, se han ido, cántaros rotos al borde de la fuente cegada? 
¿Sólo está vivo el sapo, 
sólo reluce y brilla en la noche de México el sapo verduzco, 
sólo el cacique gordo de Cempoala es inmortal? 

Tendido al pie del divino árbol de jade regado con sangre, mientras dos esclavos jóvenes lo abanican, 
en los días de las grandes procesiones al frente del pueblo, apoyado en la cruz: arma y bastón, 
en traje de batalla, el esculpido rostro de silex aspirando como un incienso precioso el humo de los fusilamientos, 
los fines de semana en su casa blindada junto al mar, al lado de su querida cubierta de joyas de gas neón, 
¿sólo el sapo es inmortal? 

He aquí a la rabia verde y fría y a su cola de navajas y vidrio cortado, 
he aqui al perro y a su aullido sarnoso, 
al maguey taciturno, al nopal y al candelabro erizados, he aquí a la flor que sangra y hace sangrar, 
la flor de inexorable y tajante geometría como un delicado instrumento de tortura, 
he aquí a la noche de dientes largos y mirada filosa, la noche que desuella con un pedernal invisible, 
oye a los dientes chocar uno contra otro, 
oye a los huesos machacando a los huesos, 
al tambor de piel humana golpeado por el fémur, 
al tambor del pecho golpeado por el talón rabioso, 
al tam-tam de los tímpanos golpeados por el sol delirante, 
he aqui al polvo que se levanta como un rey amarillo y todo lo descuaja y danza solitario y se derrumba 
como un árbol al que de pronto se le han secado las raíces, como una torre que cae de un solo tajo, 
he aquí al hombre que cae y se levanta y come polvo y se arrastra, 
al insecto humano que perfora la piedra y perfora los siglos y carcome la luz, 
he aquí a la piedra rota, al hombre roto, a la luz rota. 

¿Abrir los ojos o cerrarlos, todo es igual? 
Castillos interiores que incendia el pensamiento porque otro más puro se levante, sólo fulgor y llama, 
semilla de la imagen que crece hasta ser árbol y hace estallar el cráneo, 
palabra que busca unos labios que la digan, 
sobre la antigua fuente humana cayeron grandes piedras, 
hay siglos de piedras, años de losas, minutos espesores sobre la fuente humana. 

Dime, sequía, piedra pulida por el tiempo sin dientes, por el hambre sin dientes, 
polvo molido por dientes que son siglos, por siglos que son hambres, 
dime, cántaro roto caído en el polvo, dime, 
¿la luz nace frotando hueso contra hueso, hombre contra hombre, hambre contra hambre, 
hasta que surja al fin la chispa, el grito, la palabra, 
hasta que brote al fin el agua y crezca el árbol de anchas hojas de turquesa? 

Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos, 
soñemos sueños activos de río buscando su cauce, sueños de sol soñando sus mundos, 
hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros, 
cantar hasta que el sueño engendre y brote del costado del dormido la espiga roja de la resurrección, 
el agua de la mujer, el manantial para beber y mirarse y reconocerse y recobrarse, 
el manantial para saberse hombre, el agua que habla a solas en la noche y nos llama con nuestro nombre,  
el manantial de las palabras para decir yo, tú, él, nosotros, bajo el gran árbol viviente estatua de la lluvia, 
para decir los pronombres hermosos y reconocernos y ser fieles a nuestros nombres 
hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba, 
más allá de la infancia, más allá del comienzo, más allá de las aguas del bautismo, 
echar abajo las paredes entre el hombre y el hombre, juntar de nuevo lo que fue separado, 
vida y muerte no son mundos contrarios, somos un solo tallo con dos flores gemelas, 
hay que desenterrar la palabra perdida, soñar hacia dentro y también hacia afuera, 
descifrar el tatuaje de la noche y mirar cara a cara al mediodía y arrancarle su máscara, 
bañarse en luz solar y comer los frutos nocturnos, deletrear la escritura del astro y la del río, 
recordar lo que dicen la sangre y la marea, la tierra y el cuerpo, volver al punto de partida, 
ni adentro ni afuera, ni arriba ni abajo, al cruce de caminos, adonde empiezan los caminos, 
porque la luz canta con un rumor de agua, con un rumor de follaje canta el agua 
y el alba está cargada de frutos, el día y la noche reconciliados fluyen como un río manso, 
el día y la noche se acarician largamente como un hombre y una mujer enamorados, 
como un solo río interminable bajo arcos de siglos fluyen las estaciones y los hombres, 
hacia allá, al centro vivo del origen, más allá de fin y comienzo.






POEMAS DE OCTAVIO PAZ





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_Transmutación

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Estoy sencilla como la claridad... 
Nada me dice tanto como tu nombre 
repetido de montaña a montaña 
por un eco sin tiempo que comienza en mi amor 
y rueda hasta el infinito... 

¡Tú...! 
Casi paloma erguida 
sobre un mundo de alas 
que has creado en mi espíritu. 

Tú lo dominas todo para mi claridad. 
Y soy simple destello en albas fijas 
amándote... 

Ningún viento agitado seduce mi reposo 
de ternuras naciendo y apretándose 
entre tu mano 
y mi sollozo. 

Una afluencia de ríos por nacer, y golondrinas mudas, 
se estrecha contra mí 
allí donde tu alma me dice al corazón 
la palabra más leve. 

Mis pies van despegados de rastros amarillos 
y escalan techos infatigados de mariposas 
donde el sol, sin saberlo, se ha visto una mañana, 
deslumbrante... 

Para amarte 
me he desgarrado el mundo de los hombros, 
y he quedado desierta en mar y estrella, 
sencilla 
como la claridad. 

Aquí no hay geografía para manos ni espíritu. 
Estoy sobre el silencio y en el silencio mismo 
de una transmutación 
donde nada es orilla...





POEMAS DE JULIA DE BURGOS



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_Del infante difunto

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La llamada de mi padre, alta como un penacho de plumas
y al tacto como la pringamosa de aquellos baños. ¿Recuerdas?
Las aguas ferrosas que calentaban tu cuerpo tenían colores,
de serpiente plana, y la tierra se había descosido en sus
espacios, y llevábamos nuestra infancia como un estandarte
sin sombras, entre paraísos de yeso, y ángeles larvados
y la tía apócrifa. De ella digo, ¿qué digo?, que en sus ojos
ardían mis espadas de estaño y que se había fugado
cuando las hogueras carcomían la noche de San Juan.
Se me había advertido, se me había repetido: “Octavio, Octavio,
una gran ola salió del río cuando tú nacías. Nos salvamos
porque las campanas sonaron a muerto y la familia
había cavilado toda esa madrugada. Trepamos a los cerros
y durante todo un día vimos morir al pueblo. El Huascarán
nos miraba y entonces fue que sentimos esa blancura
imperdonable”.
(Nosotros tres habíamos enterrado ceremoniosamente,
en un rincón del patio, bajo la gotera, al canario muerto entre
las trenzas de mi hermana. Las campanas del ángelus nos
doblaban las rodillas
y de la muerte sabíamos que era una bella palabra.
Sí, porque mirábamos a los púlpitos de arcilla achacosa
en donde dormitaban ángeles bonachones, y nosotros sabíamos
llevar el domingo en los hombros, como una prenda nueva.)
No volverás a aquello, ni hallarás ese patio cuadrado
con una fecha dibujada en piedras negras. Los países se encogen
como esa tía abuela que olía a alcanfor,
y los hierros de las capitales inundan esos claros espacios
donde tu corazón anclaba, como un canto rodado. No sentirás
los pasos de tu padre midiendo las estancias donde los retratos
negreaban, como párpados muertos. No volverás
recuerdas ahora?
ahora recuerdas? “Júrame que no dirás
a nadie que esa lechecita
que tienen los grandes entra
al estómago, y después dicen que
nace el hijo. Como a la Asunción,
te acuerdas de su barriga. No lo digas
a nadie”. Y nosotros espiábamos, porque en el pórtico de esa
casa
que olía a jazmines, las hermanas Cárdenas besaban,
y se hacían besar por los soldados.
Entonces los sudores repentinos desleían las sábanas de lino,
y yo había creído en los cuentos de la india desdentada
que vendía yerbas contra el mal de ojos, y cuando vi
esa mano huesuda en el terrado, bajo ese cielo rojo,
ella rió y lloró, cubriéndome de besos.
Oh, los sueños, los sueños que tomaban la forma de cestos de 
mimbre
donde un niño dios nadaba entre dos aguas! Yo no conocía el
mar
y todo era sólido al tacto, como aquella familia
que se había procreado entre cerros y estrellas, en tiempos tan
lejanos
como la lengua que hablaban los sirvientes. Pedro Granados
me cargaba conmovido. Sus más jóvenes hijos eran muertos
en un aluvión de piedra y lodo, y yo había oído
que en ciertos días perdía la memoria. Oh, y la hermosa
caligrafía
de tu madre, y sus manos que dibujaban catedrales de barro 
cocido,
y los prohibidos baúles de cuero, donde los libros se agitaban
como peces asustados!
De qué se llora, dí de qué se llora
cuando se tiene padres sólidos, y la saliva invade la boca,
y se ha recibido una vieja cuchara de plata,
y se pasea, a la luz de la luna, por un bosque de cedros
conteniendo las ganas de orinar. De qué se llora entonces
cuando en las tardes de yodo hemos prendido velas
a los santos patronos, cuando nada ha caído, salvo, tal vez,
el nido de ese pájaro en un charco. De qué se llora
cuando los días se cierran como un aro y el mundo
es una palabra que salta y produce escozor en nuestras lenguas?...
Recuerdas, exiliado por tu brutal sonambulismo, recuerdas
las alcantarillas de tu ciudad que nutrieron al río de oro,
recuerdas el abrevadero, junto a la alameda de los muertos
marcada con enormes piedras blancas como el llanto de un dios,
donde se encontraban los talismanes y los palos torcidos
que inundaban de majestad tu frente?
(Seres, nombres de seres.
Deslumbramiento de monos habladores bajo el cielo feriado./
Tambores
de piel de chivo alejando cosas y cosas de bronce
hacia las capitales escarlata, mientras mi madre, partícipe de mi
sueño, aguardaba por unas bellas frutas que yo había visto
en el mercado, al fondo, junto a las ollas pintadas.)
De este destino diré hoy que lo ví crecer
como el arco de yeso de la casa, cuando mi sombra huía
como una llama muerta. Y del llanto que pendió
de los dedos monótonos, digo que puede ser ternísimo
cuando se tiene una espada de lata
y las estrellas llegan a abrevar sus distancias
en la mirada parda.
Porque yo recuerdo
que tuve todo eso, y que vi reposar a un burro blanco
en el sol de Enero y que oí comentar a los mayores
las noticias de cierta lejana guerra. Y el movimiento del caballo
y ese rey perezoso me retuvieron horas y horas
en el perfume de la media mañana, bajo el sol de Enero,
esperando la brillante jugada de mi padre.





POEMAS DE RODOLFO HINOSTROZA



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_Lo que jamás diría Simbad

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y eran tantas las rocas que luego
de tocar este sol y otros desconocidos
aprendí a ver
pero perdí cada pupila

y había tanto mar en mi pecho
una ola era distinta a la altura
entré decidido al oro de los peces
buscando hablar con dios y casi lo logro

en las tardes de paz cuando la espuma se tiende
en las olas pequeñas que nunca asustan
en el cangrejo casi morado que huye
de los pies de las olas pequeñas
salgo a respirar con mis algas
y miro una ciudad desierta

salgo en la voz espumosa del cangrejo
a ver si me salva ver vivir
porque aprendí que la vida era sólo
un alga adormecida dentro de mí
nunca había quien cambiaba un latido
por palabras y entusiasmo

lo oía de lejos

ahogado y fosforescente
violeta
metido en los huesos de la costa
que sostenían una penumbra llamada país
abría mis ojos a la espuma
escuchaba cantos maldiciones
la luz del horizonte me avisaba
la hora de regresar al abismo





yo inventé el pájaro de grandes garras
yo puse en mi espalda las cuevas del oro
yo me cambiaba el nombre para que me besaran

en mi camino dije
que ninguna otra roca podría abrirse
y abrí rocas diversas de refugio

yo soy simbad el agua que destella
en las olas de marzo haciéndote el loco
yo soy simbad la sombra del cangrejo
que visita los bordes de la noche

no tengo más oro que el sueño
nunca he sabido qué es un rubí
ni un diamante ni la vida
esa ciudad murió la asesinaron
porque buscaban o prometieron como yo
que el mar era posible.








POEMAS DE RAMON FERNANDEZ -LARREA 

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