domingo, 31 de marzo de 2013

de San Juan,

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Sobre el Evangelio  capítulo XXI

A la orilla del mar de Tiberíades,
nuevamente la Luz se manifiesta.



Llega con la alborada,
cuando los suyos zanjan la faena
y en la noche no habían capturado
un solo pez para llenar la mesa.


Jesús resucitado les indica
que proyecten la red a la derecha.


Eran siete los bravos pescadores,
signo de plenitud en nueva iglesia,
pescadores de hombre
con Pedro a la cabeza.


Ellos saben que nada cogerían,
tienen gran experiencia,
pero obedecen fieles al Maestro,
están sus almas al Amor abiertas.


La pesca es fabulosa,
las redes están llenas,
a pesar del gran peso no se rompen
y las llevan a tierra.


Todos saben que el éxito
se debe a Jesucristo, a su presencia.


Lo admitido en las redes
es un número místico que muestra
universalidad y plenitud
de personas adeptas.



Jesús reparte un pan
y un pez que había asado en unas brasas.
Venid, comed – invita-.
Así fue en el Sermón de la Montaña.


A Pedro por tres veces le pregunta:
Simón de Juan, ¿me amas?.
Con tristeza responde que le quiere,
sabe el Señor lo mucho que le ama.


Jesús le encarga cuide su rebaño
e incluso dar su vida le demanda.


Es la misión de Pedro,
en alta mar, ser pescador de almas.





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