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martes, 25 de febrero de 2014
_MAS ALLÁ DEL DOLOR
_Maria Bambina
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_Virgen asunta al cielo
Virgen asunta al cielo
Tú eres la estrella de mi noche oscura,
salud para mi enfermo corazón,
refugio de mi humana perdición,
consuelo en mi terrena desventura,
auxilio celestial de mi locura,
la Reina intercesora del perdón,
la Madre acogedora en mi aflicción,
la Virgen medianera de ventura.
¡Salve, Señora, incólume María!,
templo de la divina Trinidad,
sagrario de Jesús Eucaristía.
Asunta al cielo en venturoso día,
coronada de eterna majestad,
eres el brillo que hacia el Sol me guía.
Por
domingo, 23 de febrero de 2014
miércoles, 19 de febrero de 2014
_Último deseo..........
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Ha muerto el hombre que yo fui, te lo
prometo,
incluso siento pena por él;
tan falso, tan cruel, tan bohemio,
tan absurdo en su vivir, tan grotesco.
Ha muerto hoy, pero es para mejor.
Rescatemos de él lo poco que era verdadero;
el amor por su trabajo, su falta de dinero,
la pasión con la que de ti me hablaba a cada momento.
Murió, pero se fue contento.
En sus labios tenía tu nombre, junto al
sabor de la culpa,
en sus ojos, el paisaje más sereno y en su boca un último
deseo:
darte al volver un abrazo sincero.
Y yo, que soy quien escuchaba su añoranza por tus besos,
debo esperar tu regreso, tras ocho meses de silencio,
darte el abrazo que te debo y dejar atrás al que ha muerto.
No lloraré, ya habré llorado todas las lágrimas que le debía a
la vida.
No dudaré, las dudas no existirán si veo en ti una mínima
sonrisa.
No soñaré, pues mi más grande sueño se estará cumpliendo.
Y renaceré, para reinventar el amor que había inventado para
ti.
Sí, porque a partir de hoy, te amaré por los dos,
pues te confieso que yo, cuando él me hablaba de ti,
también... ¡también te amaba en silencio!
Gonzalo Osses Vilches
-----INVENTARIO......
OOOOOOOOOOOOO
Esta ciudad sin Dios, este amorío,
estos versos inspirados por el alcohol,
el día que llegué y tu te habías ido,
tus compactos y los libros,
que dejaste en el cajón.
El cruel naufragio de todas mis creencias,
los pecados que nunca voy a contar,
la redención que entre tus piernas buscaba,
mi felicidad truncada,
cuando te hiciste a la mar.
Las cosas que me dices cuando te callas,
esas palabras mudas que no entendí,
los besos que se pudren en nuestros labios,
tus consejos más que sabios
que nunca quise seguir.
Mi constante batalla entre los dos sexos,
los mundos que me invento para escribir
mi terco deseo de nunca llegar a viejo
el poema de Vallejo
que leías para mí.
Mi colección de discos de Calamaro,
la guitarra que nunca aprendí a tocar
toda mi esperanza rota entre los cristales,
esa foto de mis padres
que siempre me hizo llorar.
Mi primer libro de cuentos que fue censurado,
una mala obra de teatro que no estrené,
la insólita sensación de sentirse amado,
mi título de Abogado
y el master que nunca fue.
Las cincuenta veces que me preguntaste ¿me amas?
Y las cincuenta veces que te mentí,
el denso olor a semen que ahora me asalta,
el amigo que me falta
y los besos que no di.
Un rock and roll amargo de Joaquín Sabina,
los güisquis que me tomaba antes de almorzar,
cuatro cajas vacías de anfetaminas,
dos gramos de cocaína
y mi dosis de Prozac.
Las lunas que he besado yo en otros ojos,
las soledades negras de mi depresión,
del resto de mi vida, sólo despojos,
mis berrinches, mis enojos,
mi cojera al caminar.
Todo el verde que perdí y encontré en tus ojos
el negro que me quedó al volverlo a perder,
el humo de este, mi último cigarrillo,
con el dedo en el gatillo
y la pistola en la sien...
Este es el recuento oscuro de lo que tengo,
un inventario gris de mis secretos,
un epitafio siniestro, una letanía al viento,
en el peor de los casos, mi testamento,
y por
supuesto el último de los versos que te escribo.
Gonzalo Osses Vilches.......
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_ Las luces se apagan....
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......Valparaíso está oscuro.
Los fusiles apuntan hacia la presa de turno, que soy yo,
que tuve alma, que amé sin calmas.
Las sirenas se encienden, silenciosa esperanza,
el domingo se acaba, otro lunes insomne
escribiéndole al alba.
¡Siete!
El conteo se inicia: con vista al mar los fusiles,
ya no hay prisas, no hay risas,
nadie es testigo del crimen.
¡Seis!
Los recuerdos se mezclan con mis sueños de infancia,
¡Yo quise ser y no fui! ¡es mi pecado!
grito al compás de una marcha.
¡Cinco!
No creo en dioses ni cielos, tampoco en ardientes infiernos,
no quiero flores, ni un réquiem, ni discursos de entierro,
ni mentiras piadosas, que no se diga ¡fue bueno!
¡Cuatro!
Hay una madre que sueña y siente el peligro en la carne,
hay un amante que duerme, que piensa que todo es como antes.
hay una luna, la siento... apesta a ella nuestro aire.
¡Tres!
Miranda ausente en el alba,
peligro inminente al sol de la mañana,
el otoño brilla en cristales amarillos,
el puerto canta sus boleros del olvido.
¡Dos!
¡Preparen! ¡Presenten armas! ¡Rodilla al suelo!
pienso en ti la última vez, pienso en olas de otras tierras,
los tormentos de mi alma sin razón, de mi fe desperdiciada,
arremetiendo contra mi, transformando en mil jirones mi alma.
¡Uno!
¡Apunten! La voz del verdugo señala mi pecho,
mis pecados son latentes, revolotean en el aire;
ese afán por mentir, ese sueño anacoreta,
la pretensión inacabable de creerme un buen poeta
los sueños incumplidos y el deseo de vivir esta vida sin
sentido.
¡Fuego!
¡Disparen! grita un conjunto de voces,
mi padre, mi hermano, incluso la voz de mi amante
...y frente al mar, detrás del sol, no habrá ni una sola
lágrima que brote,
no sonará la trompeta, no se encenderá ni una vela,
¡Hoy ha muerto un artista! No faltará quién lo reemplace
¡Hoy nace un buen hombre! Ojalá que no sepa escribir ni su
nombre.
Después,
suena el clarín anunciando esta sentencia cumplida,
la orden del día me dice que estoy viviendo otra vida.
Y frente a mi, las hojas secas, la vida muerta
¡Tiro de gracia!
La soledad avanza, siniestra, oscura,
vienen a extirparme el tumor de la locura.
Ahora,
No tengo frío, no tengo nombre, no tengo sueños,
mis manos yacen a un costado del camino.
No siento nada, no tengo manos
¡Me han dejado ciego!
Gonzalo Osses Vilches
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_Qué me importa la muerte ....
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¡Qué me importa la muerte!
Ráfaga veloz que rasante te besa.
Canción de torrente con veneno en la sangre.
Trueno desierto con arenas que dan tu tiempo.
Vino traicionero, por incapaz.
¿Qué me importa la muerte?
Si total no es mía.
Y si lo fuese, da lo mismo, no me quedo con ella.
Querella prehistórica de buitres trajeados.
Respuesta de pétalo frágil, etéreo, inexistente.
Risotadas turbias de aquellos nogales caídos.
Vértice de verdad que se escapa.
Absurdo infinito de la nada concreta.
Locura atroz al engendrar, una duda que sangra.
Inocencia de argucias falaces, en aquel libro de magia negra.
¿Qué más podría suceder?
¿Acaso alguien preguntaría por la palabra libre?
Pongo condiciones a la butaca sorda y muda,
al lector desconocido,
pero lo ignorado comienza a desligarse.
Así quedo, en un justo medio, sin referentes.
No se olvidará de mí, me lo asegura
no por amor, sí por voraz y voluptuosa.
Será pronto, para un tiempo sideral hecho masa.
El ansiado anonimato verterá su pócima,
entonces sí, todo será normal, real y eterno.
Gonzalo Osses Vilches
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