MISTERIOS DOLOROSOS
(Para recitar antes de cada Misterio del Rosario,
bien completos o en parte)
Por
LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO
Bajo el anciano olivo, con temor
al tormento final, al sacrificio,
de rodillas en tierra, es tu cilicio
beber el cáliz agrio del dolor.
No harás tu voluntad por nuestro amor.
Tu materia se turba ante el suplicio,
se enrojece la arcilla, el edificio
que sufrirá tu cruz de vencedor.
Comienza la liturgia del perdón
al darte en holocausto, al entregarte
como mártir de nuestra redención.
¡Suba a Getsemaní nuestra oración!.
Que entendamos tu ofrenda para amarte
y consagrar la vida a tu misión.
LA FLAGELACIÓN DEL SEÑOR
Los azotes desgarran tu figura
con la mano brutal de la injusticia,
de la traición, del odio y la malicia
de un mundo que se anubla en tu hermosura.
Es un surco de sangre tu ternura.
Esparces la semilla que ahora inicia
cosecha de pureza, la caricia
que bajo el latigazo se madura.
Aceptas el martirio con valor.
Tu silencio es la voz de enamorado
que libra del castigo al pecador.
Suframos el azote del dolor
evocando tu cuerpo lacerado
atado a la columna del amor.
LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Circundan tu cabeza las espinas
y taladran tu mente pensamientos
de dolor, tu padeces los tormentos
por nuestras vocaciones viperinas.
Derrochamos tu pan en las esquinas.
Arrancamos tu vid y tus sarmientos.
Nuestros rezos son súplicas, lamentos.
¡Te clavamos mil veces las espinas!
La corona ceñida a tu cabeza
es símbolo del Reino de tu amor
a los que reconocen su pobreza.
¡Líbranos de la angustia y la tristeza,
del miedo, de la duda, del temor;
corónanos con mística certeza!.
JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
Soportando la Cruz de tu agonía,
desgarrando tus pies en la andadura,
subes por el Calvario, con dulzura,
a cumplir la sagrada profecía.
Eres reo de nuestra villanía,
que arrastra por el suelo tu hermosura,
y en un lienzo nos dejas tu figura
con mensaje de amor y cercanía.
Es la soberbia humana, deicida,
tu cruz, por nuestro mundo pecador,
y causa del pesar de tu caída.
Te ofrecemos el alma arrepentida
para ser cirineos del dolor
que redime a esta tierra fratricida.
LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR
La ingrata humanidad te ha ajusticiado.
Tu grito, tu clamor, se eleva al cielo,
añoras de tu Padre su consuelo:
¡Dios mío, por qué me has abandonado!
María, hija y madre, está a tu lado
en pie, con su dolor, clavada al suelo.
Se rasga con tu muerte el viejo velo
y nuestra redención has conquistado.
Eres fruto en el árbol de la vida,
maduro en sacrificio sobrehumano,
con el perdón brotando de tu herida.
La voluntad de dios está cumplida,
desde la cruz te ofreces como hermano
y es, de tu amor, la auténtica medida.
Emma Margarita R. A.- Valdés
Reservados todos los Derechos de Autor. Publicado con permiso de la Autora. Prohibida su reproducción sin su expreso consentimiento.
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