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Después de mucho, después de vagas
leguas,
confuso de dominios, incierto de territorios,
acompañado de pobres
esperanzas
y compañías infieles y desconfiados sueños,
amo lo tenaz que
aún sobrevive en mis ojos,
oigo en mi corazón mis pasos de jinete,
muerdo
el fuego dormido y la sal arruinada,
y de noche, de atmósfera oscura y luto
prófugo,
aquel que vela a la orilla de los campamentos,
el viajero armado
de estériles resistencias,
detenido entre sombras que crecen y alas que
tiemblan,
me siento ser, y mi brazo de piedra se defiende.
Hay entre
ciencias de llanto un altar confuso,
y en mi sesión de atardeceres sin
perfume,
en mis abandonados dormitorios donde habita la luna,
y arañas de
mi propiedad, y destrucciones que me son queridas,
adoro mi propio ser
perdido, mi substancia imperfecta,
mi golpe de plata y mi pérdida
eterna.
Ardió la uva húmeda, y su agua funeral
aún vacila, aún
reside,
y el patrimonio estéril, y el domicilio traidor.
Quién hizo
ceremonia de cenizas?
Quién amó lo perdido, quién protegió lo último?
El
hueso del padre, la madera del buque muerto,
y su propio final, su misma
huida,
su fuerza triste, su dios miserable?
Acecho, pues, lo inanimado
y lo doliente,
y el testimonio extraño que sostengo,
con eficiencia cruel
y escrito en cenizas,
es la forma de olvido que prefiero,
el nombre que
doy a la tierra, el valor de mis sueños,
la cantidad interminable que
divido
con mis ojos de invierno, duranda cada día de este
mundo.
POEMA DE PABLO NERUDA
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